19/9/10

Retorno




Tres meses de silencio.
Tres meses sin nada que contar. Tres meses diseñando nuevos proyectos, preparando nuevas palabras, nuevas historias. Tres meses para descansar la mente y trabajar el cuerpo. Tres meses de lectura, de recopilar información.
Tres meses de búsqueda.
Tres meses de búsqueda.
Tres meses de búsqueda.
Tres meses perdido, vagando en un mar de nieblas.
Tres meses. Tres. Y ahora, al fin, me decido a devolverme la voz. La voz pública que facilita este cuaderno de bitácora.
Y qué mejor manera que recuperar la palabra que por medio de las palabras de quienes me anteceden y a quienes bebo. Palabras sobre palabras. Deuda sin límite.
Retornar es releer. Y, como ya señalé hace tiempo en una de las primeras entradas, recuperando las palabras de Barthes, releer es no volver a repetir la misma historia. Lectura sobre lectura, interpretaciones abiertas, infinitas.
Y ahora vuelvo a la voz. Vuelvo a la vida, a otra vida.
Y releo.
Releo una de mis obras predilectas: Las uvas de la ira, de John Steinbeck. En ella descansa todo el poder simbólico de la búsqueda, del paraíso perdido, de la tierra prometida. En ella se reafirma la inmensidad humana de la odisea de la familia Joad. Su camino es un vagar introspectivo hacia la esencia misma de la humanidad. Así, despojada de todo lo material, alcanza una grandeza espiritual que la eleva hasta lo mítico.
Reflejo de las voces que se unen.
Steinbeck, el profeta.
Releer para encontrar.

Y esas voces que claman y escriben por la justicia.
Y ese yo profundo que busca una senda hacia el sentido.

No debes hacer eso. Yo tampoco. Es demasiado,
es vivir demasiadas vidas. Delante de nosotros
hay mil vidas distintas que podríamos vivir,
 pero cuando llegue, solo será una.
John Steinbeck, Las uvas de la ira