La importancia de las revelaciones de los cables diplomáticos que ha realizado WikiLeaks es proporcional al grado de apatía y desinterés que exhibe la ciudadanía en cuestiones políticas. Esta sociedad anestesiada reacciona de igual manera ante una noticia que muestre las intrigas de un poder político sostenido por medio de intereses lucrativos antidemocráticos que ante la exclusiva de una infidelidad conyugal en un programa del corazón o un error arbitral en un derby televisado.
En cualquier caso, la importancia de las wikirevelaciones es indudable, mucho más cuando confirma lo que ciertos sectores del activismo político vienen denunciando desde hace décadas. Sólo hay que leer cualquier libro de Noam Chomsky sobre la política exterior del Gobierno de los EEUU para observar la trascendencia y las implicaciones de los cables que en la actualidad se han hecho públicos. Porque, en efecto, tras lo curioso de esas intrigas diplomáticas existen decisiones que afectan a las vidas de miles, millones, de seres humanos. Ventas de armas, bloqueos económicos, invasión de países, interferencias legales y judiciales, espionaje, torturas, sobornos... Y un largo etcétera.
Es difícil entrever que detrás de esas decisiones políticas se encuentra el sufrimiento y la muerte de personas. La tolerancia y la indulgencia que ha desarrollado nuestra sociedad ante la miseria humana, la violencia, el asesinato y la injusticia no cesa de aumentar, mucho más cuando alcanza dimensiones desproporcionadas en seres sin rostro. Sin nombre.
Aletargados por los principios que rigen las deterioradas democracias (o sociedades de consumo), hemos normalizado la injusticia, delegando toda actividad política a unos políticos que atentan continuamente contra los intereses de los pueblos que los mantienen, a los que engañan y de los que se enriquecen.
Desde luego, los cables de WikiLeaks muestran la necesidad de realizar una profunda revisión de nuestro sistema político (sometido a los dictados e interferencias del sistema económico). Pero más aún, de revisar e indagar en las causas de la aún más preocupante pasividad y apatía política de la ciudadanía.
Toda política debe basarse, en primer lugar, en la transparencia. La omisión y la ocultación sólo conducen a la mentira. Y la mentira es el germen de la corrupción y la perversión de un sistema político que debería haber sido diseñado para favorecer a la totalidad de los ciudadanos.
Mucho se puede hacer. Y mucho más hay por hacer... Incluso desde la literatura.
Dejemos, pues, la mitología a un lado,
y miremos de frente las causas y las consecuencias de nuestras acciones.
Noam Chomsky, Una nueva generación dicta las reglas