1/2/09

Tiempo de guerra: tiempo de silencio


Como en un ensayo de lo que será la existencia el día en que después de la verdadera guerra atómica, los restos de la humanidad resistentes por algún fortuito don a las radiaciones hayan de instalarse entre las ruinas de la gran ciudad impregnada y comenzar a vivir aprovechando en lo posible los materiales inúltiles. Así, los habitantes de aquel poblado veían a lo lejos alzarse construcciones de un mundo distinto del que ellos eran excrecencias y parásitos al mismo tiempo.

Tiempo de silencio, Luis Martín-Santos.


El día 30 de enero se celebra cada año el día de la paz.
El texto que abre esta entrada condensa la esencia de lo que esconde la guerra: la separación entre dos mundos, ricos y pobres, vendedores de armas y compradores, poblaciones acomodadas y poblaciones vejadas, exiliadas, reprimidas, asesinadas... Condenadas al sufrimiento y la miseria. Son dos mundos separados por barreras invisibles de una ficción consuetudinaria.

Señala Tom Joad recordando a Casy que somos un pedazo de una gran alma. Y un pedacito de alma no sirve "a menos que esté con el resto, y esté entera". Hemos sido educad@s
en la exaltación de la violencia, en la inmunidad ante el sufrimiento ajeno, en el individualismo alienante del logro personal, en el pensamiento inmovilista y acrítico. Hemos asumido los prejuicios de nuestros mayores y olvidado la senda del porvenir.
Hay quien piensa que por la paz podemos hacer poco; más bien nada. Pero, ciertamente, aún podemos gritar.
No. No me resignaré a callar mientras viva en este tiempo de silencio.


Pero ahora no, estamos en el tiempo de la anestesia, estamos en el tiempo en que las cosas hacen poco ruido. La bomba no mata con el ruido sino con la radiación alfa que es (en sí) silenciosa, o con los rayos deutones, o con los rayos gamma o con los rayos cósmicos, todos los cuales son más silenciosos que un garrotazo. También castran como los rayos X. Pero yo, ya, total, para qué. Es un tiempo de silencio.

Tiempo de silencio, Luis Martín-Santos